Blog Guatemala parte 2
Ya rumbo sur, manejamos hasta Río Dulce, donde estacionamos en la Marina Ram, junto a muchos barcos y veleros de gran tamaño. Visitamos las cascadas “Turístico Paraíso”, que tienen la particularidad de tener agua termal caliente (leíste bien, no son tibias, son CALIENTES) desembocando sobre un río fresco. Para llegar a ellas hay que nadar unos pocos metros del río, lográndose un contraste térmico muy interesante. Luego de tantos meses en el camper, duchándonos con poca agua, tener un chorro eterno de agua caliente era como estar en el cielo. También se puede subir por un “camino” agarrándose de raíces hasta donde comienza la caída del agua para ver las pozas termales de donde emerge el agua caliente. Allí está lleno de rocas cubiertas de moho, haciéndolas resbaladizas. Sintiéndonos dos inútiles bolsas de papa, apareció un chico super habilidoso trepando ágilmente la cascada y que, al llegar a la cima, se lanzó al río desde lo alto. La escena fue sorprendente, y sucedió en menos de dos minutos.
Ese mismo día conocimos el “Castillo de San Felipe”, fuerte que fue construido en 1571 para contrarrestar los ataques de los piratas que amenazaban la zona constantemente. Su buena conservación y las vistas desde sus cañones al río lo hacen interesante, una lástima la falta de carteles descriptivos.
Y luego de 10 meses sobre ruedas, reservamos el segundo hotel en todo el viaje. Dejamos el Camper en la marina, y tomamos la lancha colectiva, que nos dejó en Hotelito Perdido, cuyo nombre está muy bien puesto ya que se encuentra en uno de los brazos de lo que nosotros llamamos un “mini amazonas”. Hay que aclarar que es un hotel ecológico: la escasa electricidad que hay se obtiene a través de paneles solares; el agua de las duchas se consigue por una bomba; la comida que preparan es toda vegetariana. Cada uno va anotando lo que va consumiendo para pagarlo al final. Es un lugar de exuberante vegetación selvática y tranquilidad, ideal para desconectarte del mundo acelerado. Nos la pasamos tirados en hamacas paraguayas, leyendo libros de la “biblioteca comunitaria”, y más tarde nos fuimos a hacer un rato de kayak para recorrer los manglares cercanos. A las 6.30 de la tarde se sirvió la “cena” en la que compartimos la mesa con los demás huéspedes. Disfrutamos mucho nuestra estancia, aunque debemos aceptar que nos resultó raro no tener todas nuestras pertenencias con nosotros.
Por la mañana siguiente nos tomamos una lancha hasta Livingston, pueblo habitado por una comunidad de africanos llamada “Gandulfios” ya que según cuenta la historia, los esclavos de un barco inglés se sublevaron y desembarcaron en estas tierras. Estuvimos pocas horas en esta localidad ya que el último barco sale a las 14.30. Lamentamos haber perdido tiempo yendo a “Los siete altares”, pozas y cascadas de poca belleza, que nos decepcionaron bastante. Pero todo mejoró en el almuerzo gracias al consejo de una familia guatemalteca: fuimos al restaurante “Happy Fish” y nos pedimos el tapado (sopa de mariscos: camarones, cangrejo y pescado, con plátanos y leche de coco). Créannos que fue el plato marino más delicioso de nuestras vidas. Eran platos abundantes, decidimos llevarnos una buena porción para no explotar de comida y poder volver a disfrutar este manjar. Lamentablemente la mesera no nos entendió y nuestra cena terminó en la basura de la cocina!!!
TIps para viajeros
- Las lanchas colectivas a Livingston sale a la mañana. Por su elevado precio, recomendamos quedarse al menos una noche en alguna parte del rio o en mismo Livingston. Duración 1.30-2hs con recorrido turistico por el rio incluído.
- Las Cascadas El Paraiso tiene una entrada económica y hasta se puede acampar ahi por un extra.