Blog de México parte 4
Siguiendo el itinerario de viaje de Estela, contra la voluntad de Martín (que no tenía particular interés en esta ciudad balnearia, llegamos a Puerto Vallarta, que tiene sus playas orientadas a la costa del Pacífico. Llegamos una tarde soleada, y para nuestra sorpresa apenas había unos pocos turistas. Tras lograr estacionar el Camper, fuimos directo a caminar por la costanera llamada “el malecón”. No llevábamos puestas las mallas, pero fue tanto el calor que nos terminamos metiendo al mar con ropa y todo. Nos llamó la atención lo cálida que estaba el agua! Hasta nos resultó poco refrescante!
Fuimos a pasar la noche en un estacionamiento para motorhomes en un hotel en Bucerías, a 15km de Puerto Vallarta. Fue amor a primera vista, apenas llegamos decidimos que pasaríamos en aquel lugar las siguientes noches. Teníamos una vista preciosa frente al mar que de tan planchado que estaba transmitía tranquilidad y paz, y junto a nosotros había una maravillosa pileta. Nos metimos al mar a las 8 de la noche por lo que terminamos saliendo a comer unos taquitos super tarde. Al día siguiente nos la pasamos recorriendo playas al norte de la bahía: primero fuimos a Punta de Mita y almorzamos comida de mar, todo lo pedido estuvo riquísimo. Con el corazón contento nos dirigimos a Sayulita, una playa que se supone que es para surfistas pero sus aguas parecían más de una pileta que de un mar. Los surfistas esperaban aburridos la aparición de un milagro. Terminamos en Guayabitos, una playa en la que había unas algas que olían mal y que lamentablemente arruinaban el lugar. Estaba llena de gente local. Fue entretenido la cantidad de pelícanos que invadían un carrito en el que cocinaban pescado, a la espera de una limosna.
Al llegar a nuestro “tranquilo” alojamiento, nos sorprendió una banda de rock tocando al lado de la pileta, para un pequeño público que luego nos enteraríamos era una familia festejando un cumpleaños. Nos unimos a la fiesta en la pileta y al rato nos invitaron a que comiéramos los tacos con carne asada (marinada con mezcal) que estaban cocinando. De más está decir que a los pocos minutos Martín le estaba entrando a la comida como si fuera la última cena. Entre whisky y mezcal, pasamos una noche muy divertida copiando pasos de baile de uno de los mexicanos que parecía un artista televisivo: bailaba y cantaba genial, desbordando simpatía.
El último día tomamos un taxi acuático hasta la Playa de Las Animas. Pasamos un par de horas en sus cristalinas aguas, rodeados de palmeras y frondosa vegetación, que por momentos nos hacía sentir en Angra do Reis (Brasil).