Cuando estábamos por abandonar Portland con dirección al este, recibimos un mensaje de Dani, el primo de Martín, sugiriendo que fuéramos a la playa donde se filmó la película de los Goonies, en dirección hacia el oeste (si sos de la generación de Luli ni intentes hacer memoria, seguro que no viste la película). Así fue como nuestros planes cambiaron de un segundo al otro. Tres horas de manejo más tarde llegamos a la playa y la caminamos por largo rato. El agua estaba helada como para meterse. El balneario nos resultó muy pintoresco y bastante familiar.
Continuamos rumbo hacia los siguientes destinos costero: Garganta del Diablo y Thor´s Well, donde la marea juega un rol fundamental. El primero es un lavarropas natural de gran belleza y potencia, y el segundo, que es muy famoso en el ambiente fotográfico, es un hueco rocoso donde el mar tiene acceso, formando un geyser natural. No se puede describir con palabras la fuerza con la que el agua golpeaba las rocas transmitiéndote una energía espectacular!
Después de dormir ilegalmente sobre la costa, nos despertaron las voces de turistas que llegaban a la playa. Fuimos hasta la orilla a meter los pies en el agua y vimos que a unos metros había personas muy concentradas buscando y agarrando cosas de la arena; pensamos ingenuamente que tendríamos almuerzo: Mejillones! Berberechos! Pero después nos acercamos a preguntar qué era lo que recogían y resulta que eran unas piedritas. Decepcionados volvimos a la camioneta para continuar manejando hacia Crater Lake National Park, alejándonos de la costa. Pasamos por la ciudad Eugene, en la que leímos que había una feria hippie muy recomendada. Llegamos cuando estaban cerrando los puestitos, pero tuvimos la oportunidad de ver hippies auténticos, de la época del Flower Power ya que peinaban canas. Uno se nos acercó al ver que teníamos patente de Florida, y nos dijo “quédense hasta el próximo sábado que hay feria de nuevo, y mientras…fumen marihuana!”. Lamentamos no haber llegado a la feria a tiempo perdiéndonos a los personajes que la protagonizaban.
Manejamos hasta un camping cerca del parque nacional, terminando la noche en una fogata y comiendo malvaviscos. Al día siguiente ingresamos al parque y el centro de visitantes nos recibió con una película de 20 minutos que explicaba como a partir de la erupción de un volcán se formó este gran cráter que ahora es un lago azul cristalino. Lamentablemente el día estaba seminublado por lo que solo por momentos pudimos verlo del intenso color azul que lo caracteriza. Además habían varios sectores del parque que estaban cerrados por nieve, pudiéndolo apreciar sólo desde escasos miradores. Iniciamos un trekking por la montaña pero a la media hora tuvimos que dar la vuelta y regresar ya que había una ladera cubierta por nieve bloqueando el camino.
Sin mucho más que hacer, poniéndose el día cada vez más gris, continuamos manejando hacia el suroeste, y luego de dos horas decidimos acampar en un lugar gratuito en el medio del bosque, en el que también nos recibió un señor mayor y su perra. Estaba instaladísimo en aquel sitio, fumando cigarrillo tras cigarrillo, con su gran motorhome, mesa, sillas, cocina exterior, toldo extendido. Sin duda llevaba ahí bastante tiempo. Luego de intercambiar algunas palabras, aceptó cenar con nosotros. Cocinamos un guiso indio de garbanzos e hicimos un fueguito que iluminó la velada. Nos contó que tenía 65 años (parecía mayor), varios hijos y nietos (una de sus hijas fallecida), que en el pasado había consumido todo tipo de drogas siendo un “bad boy”, y que recientemente se legalizó la venta de marihuana a residentes de Oregon, y nos sorprendió con un chistín: la primera vez que fue a una de estas flamantes tiendas al segundo día que habían abierto (no fue el primer día por la enorme cantidad de gente), cuando le tocó su turno la señora del mostrador le preguntó si había esperado mucho, y él le contestó: “no, only 65 years, sweetheart”. Más tarde nos comentó que no le gustaba la ciudad y que disfrutaba estando solo en el medio de la nada, aislado de la civilización. Sin embargo, en un momento de la noche se emocionó y nos dijo que realmente estaba muy feliz y agradecido por aquel momento que estábamos compartiendo con él. No paró de agradecer por la comida en toda la noche, y lo notamos disfrutar de cada bocado. Se hizo la hora de acostarse, despidiéndonos del hombre. Nos agradeció una vez más con un fuerte abrazo. Nos fuimos a dormir sabiendo que esa noche habíamos alegrado la monótona vida de un viejo solitario.