Al entrar al Olympic la nube seguía instalada sobre nosotros, por lo que andábamos medio desesperanzados sobre cuanto podríamos ver del parque. El destino más cercano era el Hurricane Ridge, y para acceder a él tuvimos que manejar por un camino de montaña ascendente. Las cosas salieron mejor de lo que pensábamos: subiendo, llegó un momento en el que tuvimos que atravesar una nube y luego de ésta encontramos… el sol!!! Después de tanto tiempo! Nos resultó increíble como una nube separa un día horriblemente nublado de uno soleado y espectacular. Estacionamos el auto y sin perder el tiempo comenzamos un trekking que consideramos uno de los mejores hasta el momento: fueron dos horas de caminata por un sendero con vista a montañas con picos nevados, que terminaba literalmente en la cima (en general en los trekkings siempre hay más montaña por subir). Durante el trayecto nos cruzamos con algunos ciervos bastante amigables que nos permitieron acercarnos mucho a ellos, y con dos marmotas (no entendemos por qué se asocia a la marmota con el adjetivo “vago”, éstas se movían realmente rápido!). Llegar a la cima fue realmente satisfactorio.
Volvimos “a tierra” nuevamente, la nube seguía ahí y sin intención de irse. Por suerte pudimos recorrer en los siguientes días dos bosques de cuentos de hadas, muy particulares, en los que el clima no era un inconveniente al ser un bosque tan denso.
Esas dos noches nos quedamos en diferentes campings estatales. La primera, conocimos una pareja de California de unos 60 años, pero muy joviales y activos, que nos hicieron pasar a su van transformada en camper. Luego los hicimos entrar a nuestro “living” en el que nos quedamos charlando largo rato (fueron nuestras primeras visitas!). Quedaron muy entusiasmados con nuestro viaje y no pararon de recomendarnos lugares. La segunda noche no tuvimos la misma suerte ya que terminamos en el hospital. Estábamos en un camping cocinando con una olla a presión, la cual evidentemente fue abierta por Luli antes de tiempo (aunque previamente había sido mojada con agua fría). El resultado fue una gran explosión, que desparramó comida caliente por todo el camper, produciendo quemaduras en el brazo, pecho y cabeza de Luli. Si bien las quemaduras no parecían graves, fue grande el susto en el momento, y era mejor que fueran tratadas lo antes posible. Así fue como a las 10pm abandonamos el parque para dirigirnos al hospital más cercano. Podrían haber sido quemaduras de gran gravedad, pero por suerte la volvimos a sacar barata: bastó con ponerse unas cremas y vendas durante algunas semanas para que las heridas sanaran, quedando como resultado final algunas manchas que solo son cicatrices que en tiempos futuros nos harán recordar el gran viaje que estamos haciendo.