Nos escapamos de Yellowstone bajo la amenaza del mal clima durante todo el fin de semana, con la esperanza de que más hacia el sur la suerte fuera distinta. Sin embargo, esos días fueros helados también en Grand Teton.
Ya estaba anocheciendo por lo que teníamos que buscar algún camping donde pasar la noche sin pagar los precios ridículos de los campings cercanos a Yellowstone. Como ambos parques están separados por un bosque nacional, empezamos a buscar camping en aquel lugar. Nos metimos en una calle de tierra que se desviaba de la ruta principal, pero nos desconcertó el cruzarnos con un arroyo. Estábamos dudando de si cruzarlo o no, cuando de la nada apareció un pequeño auto que se mandó de una y lo cruzó sin problema. Si el autito pudo cruzar, nosotros también! Así fue que lo logramos, y a pocos metros nos encontramos con un camping silvestre y gratuito en el cual nos instalamos. Luego de una noche lluviosa y helada continuamos hacia Grand Teton, parque famoso por sus vistas a montañas nevadas y lagos, y por su gran abundancia en animales.
La vista a los paisajes fue un fracaso: el clima no nos acompañaba, los picos de las montañas estaban tapados por las nubes, el reflejo en el lago era de un cielo gris, y hacía tanto frío que no daban ganas de salir de la camioneta. Nuestra esperanza era ver animales: nos habían dicho que en los días nublados era más fácil verlos, pero ni los animales querían aparecer en un día que solo daba para quedarse metido en la cama mirando series y comiendo chocolate. Recién a la tarde se despejó, y pudimos sacar algunas fotos aceptables. Yéndonos del parque vimos una gran acumulación de gente y autos al costado de la ruta y bajamos de la camioneta para ver de qué se trataba: la gente estaba esperando a que apareciera algún oso. No se pueden imaginar el tamaño de sus cámaras fotográficas! No nos quedamos mucho tiempo porque no queríamos que oscureciera yendo hacia el mismo camping de la noche anterior, además tampoco creíamos que algún oso fuera a aparecer habiendo tanta gente acumulada.
Al estacionar en el camping vimos que a pocos metros habían dos ciervos jugando entre ellos, acontecimiento que nos hizo romper el hielo con los vecinos que estaban acampando al lado nuestro. Eran dos chicos de California que para nuestra sorpresa hablaban muy bien el español. Nos invitaron a sentarnos junto a su fuego mientras nos íbamos conociendo hablando sobre nuestras vidas. Resulta que eran misioneros de la Iglesia de los últimos días de Jesucristo (Mormones), una de las tantas iglesias cristianas que hay en USA. Habían pasado cierto tiempo misionando en Latinoamérica, donde aprendieron el español. Fuimos nosotros los que empezamos a interrogarlos sobre su religión ya que queríamos saber en qué consistía, y ellos nos contaron con mucho entusiasmo sobre aquello que tanto bien les hacía. Realmente no fueron pesados en ningún momento, y disfrutamos del relato y de haber conocido dos personas tan sencillas en su forma de vivir y que transmiten felicidad.