Colombia: Tayrona, del paraíso al infierno


Blog Colombia parte 3

Y llegó el momento de conocer las playas más bonitas y conocidas de Colombia, ubicadas en el Parque Nacional Tayrona.

Si piensan visitar este lugar, recomendamos nuestra guía para sacarle provecho a la costosa entrada al parque.

Caribe perfecto


Antes de ir a Cabo San Juan (playa más concurrida por mochileros) teníamos ganas de pasar una mañana en Playa Cristal, a la cual solo se accede en lancha.

No tardamos en maravillarnos con esta playa: la transparencia y las distintas tonalidades de azules de sus aguas, sus extensos corales, cardúmenes de distintos colores, la claridad de la arena. Este paradisíaco sitio nos invitaba a relajarnos y eso fue lo que hicimos. Pero no podíamos irnos sin captar toda esa belleza desde sus distintos ángulos: Martín tomó imágenes aéreas con el Drone mientras que Luli se sumergió para grabar la vida acuática (no sería la primera vez que Luli se rasparía las piernas con corales por haberse sentido un pez durante unos instantes; ya tiene una pequeña colección de cicatrices).

Foto desde nuestro Drone; Coral y playa cristalina todo en uno

Esa misma mañana conocimos a Laura y Aarón, pareja con la que pegamos onda, era como si los conociéramos de toda la vida.

Cabo San Juan

Al día siguiente, nos pasaron a buscar por el estacionamiento del parque y emprendimos la caminata hasta Cabo San Juan. Caminar como 3 horas para llegar a una playa? El senderismo es bajo la sombra de la selva, por lo que el calor húmedo no es un inconveniente. Además, los distintos escenarios naturales que se presentan son de gran belleza y tranquilidad. Luego de atravesar varias playas en las que está prohibido el ingreso al mar por asuntos de seguridad, llegamos a Playa Piscina, donde nos refrescamos.

Playa piscina, por fin pudimos nadar!

Continuamos la caminata y rápidamente llegamos a Cabo San Juan. Turística, pero con cantidad de gente aceptable, esta playa es realmente bonita. Tomamos la mejor decisión al probar los “Panes Tayrona” (los hay tanto dulces como salados, pero todos son riquísimos!).

La diversidad del recorrido
Luli subiendo parte rocosa del sendero a Cabo San Juan
Cabo San Juan y sus famosas rocas

En un momento nos llamó la atención que toda la gente estaba saliendo del agua, y al mirar hacia el mar comprendimos el motivo: un cocodrilo de 3 metros de largo, como pancho por su casa, nadando a pocos metros de la costa. El coco nos invadió la playa o más bien marcó su territorio invadido por todos nosotros!? Sin duda, La situación más divertida y extraña de la tarde.

Un robo que costó recuperarse

Veníamos de unas semanas mágicas. La tranquilidad y misticidad de la Guajira, seguido de las caribeñas playas del Parque Nacional Tayrona, fueron una combinación explosiva. Y como el título de esta crónica lo indica: del paraíso al “infierno” hay solo un paso. Tras muchas dudas, decidimos manejar hasta Santa Marta, pasar la noche ahí, para continuar viaje al día siguiente. Fue a las 19 horas cuando estacionamos el auto en una calle un poco oscura, y fue a las 21 horas cuando regresamos, luego de haber cenado, para encontrarnos con la ventana de nuestro “living” rota, el interior del Camper todo revuelto, lleno de vidrios, y manchas de sangre. Tardamos en caer que nuestra laptop, con todas nuestras fotos, videos, y recuerdos del viaje, había desaparecido.

La ventana rota…que bajon!
Todo dado vuelta. Por suerte la sacamos barata!

Intentando vía recompensa

Pero vieron como es el ser humano, la esperanza es lo último que se pierde. Al día siguiente, Martín estaba por ir al mercado negro a buscar la computadora robada a cambio de una recompensa, cuando un venezolano que se encontraba en la calle tomando café, se ofreció a acompañarlo. Juntos, recorrieron cada puesto callejero de electrónica, repartiendo nuestro número de celular por si ocurría el milagro. Y cuando estaban regresando al Camper, una moto se les cruzó, y el venezolano la frenó. Tras contarle la situación, el motoquero dijo que recuperaría nuestra computadora.

Al rato, mientras estábamos reparando el vidrio roto, el motoquero vino hasta nuestra ubicación. Nos dijo con firmeza que nuestra computadora se encontraba en el peligroso barrio de San Martín, y que él podía ir a buscarla por nosotros… obviamente a cambio de cierto dinero. Le dijimos que si la recuperaba le pagaríamos, pero insistió que necesitaba un adelanto para comprársela al nuevo dueño. Le pedimos que nos deje su documento como garantía, pero aseguró que no podía manejar sin él. El venezolano, en quien confiábamos, se ofreció a acompañarlo.

Ya sabemos lo que deben estar pensando: “cómo van a confiar en ese motoquero desconocido, que no quiere dejarles nada como garantía, y que quiere dinero por adelantado?”. Pensándolo en frío era una locura total, lo sabemos. Pero cuando uno está en proceso de negación, sigue conservando la mínima esperanza, y nosotros necesitábamos saber que habíamos hecho TODO lo que estaba a nuestro alcance. De lo contrario, nos hubiéramos quedado con la duda.

Así fue como le dimos el dinero (no era gran cantidad tampoco lo que estaba en juego), y Martín mirándolo a los ojos le dijo: “Por favor, volvé! No nos caguemos entre hermanos latinoamericanos”. Y fue en ese preciso momento, que Luli pudo ver en la expresión de sus ojos, que jamás regresaría. Que habríamos sido “doblemente robados”. Pero era un camino sin retorno. Vimos la moto partir, sabiendo que nuestras cabezas testarudas nos habían jugado una trampa. Nunca más volvimos a ver al motoquero ni a nuestra computadora. Al día siguiente pasamos a preguntar por el venezolano, y uno de los vendedores de frutas que habituaba verlo todas las mañanas nos dijo que no lo veía desde ayer y que su hermano lo estaba buscando…”. Turbio; es de lo único que tenemos seguridad.

Nos confiamos. Después de un año y medio viajando, estacionando en cualquier lado sin tener ningún problema, no se nos cruzó por la cabeza que esto podía pasarnos. Agradecemos no haber estado en el momento preciso. Agradecemos estar bien. Agradecemos que la “pérdida” haya sido básicamente material. Pero el sabor amargo, la paranoia y la impotencia, tardaron un par de días en desaparecer.


One response to “Colombia: Tayrona, del paraíso al infierno”

  1. ¡Doblemente robados! Verdaderamente cuesta aceptar la pérdida pero cuando uno no la acepta, el costo es precisamente seguir perdiendo… Un aprendizaje más de los muchos de este viaje; fue un aprendizaje desagradable pero seguramente útil y sobre todo la sacaron barata

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