Colombia: bella Cartagena, caribe y algo de montaña


Blog Colombia parte 1: Llegamos a Sudamérica

Luego de tantas fronteras por vía terrestre, nos tocó arribar a la famosa y turística Cartagena de Indias en avión, mientras que nuestro vehículo se encontraba cruzando en un container por vía marítima. Tomamos un taxi rumbo al hostel en el cual nos hospedaríamos por unos días hasta recuperar nuestro hogar. Nos la pasamos charlando con el taxista que al enterarse que estábamos hambrientos, se detuvo en un puestito de comida callejera y nos indicó que pedir. En nuestros primeros 10 minutos en Colombia ya habíamos conocido dos características propias del país: sus exquisitas frituras (carimañolas de queso y bolas de papa) , y al prototipo de “colombiano alegre y simpático”.

Martín concentrado comiendo pastel de papa rebozado y frito. No puede faltar la carimañola!

Bastó con bajarnos del taxi para descubrir el característico e inaguantable calor húmedo de esta ciudad en la que bañarse deja de tener sentido, pues a los cinco minutos ya estás transpirado otra vez. Por suerte nuestra habitación tenía aire acondicionado.

Centro histórico: un clásico

Ingresamos a la ciudad amurallada por donde se encuentra la Torre del Reloj e inmediatamente nos comenzamos a sentir acosados por los múltiples vendedores que se abalanzaban hacia nosotros ofreciéndonos almuerzos, bebidas, excursiones, camisetas de fútbol. A pocos metros nuestro había un pasillo largo con arcos, lleno de puestitos de dulces típicos (la mayoría de coco con algo: leche, maracuya, dulce de leche, etc). Obviamente compramos un mix para probar todos. Las mujeres negras con sus trajes típicos coloridos comenzaron a llamarnos “Hola guapo, hola guapa”, pidiéndonos una propina a cambio de una foto.

Si bien no se puede discutir la belleza arquitectónica que presenta esta parte de la ciudad, nos resultó demasiado turística, perdiendo un poco el encanto que la caracterizó en otros tiempos. Pero por las noches la ciudad se transforma: los vendedores desaparecen, el calor pesado es reemplazado por una leve brisa, y sus callecitas coloniales se iluminan. Sin duda, vuelve a ser la ciudad de la cual Garcia Marquez se enamoró.

La ciudad de Cartagena es muy fotogénica.

Turismo y tramites

En nuestra estancia en Cartagena fuimos intercalando trámites portuarios con turismo (ver como cruzamos el camper en Contenedor). De esta forma realizamos el “free walking tour” dentro de la ciudad amurallada, en el que nos contaron un poco de la historia de la ciudad, sobre la arquitectura de sus edificaciones y como se fue dando el mestizaje entre los españoles, indios y negros esclavos que fueron utilizados como mano de obra en la construcción del fuerte “Castillo de San Felipe” que tuvo gran protagonismo en la defensa contra los piratas.

En el Castillo de San Felipe, importante para defender a Cartagena de los piratas

Paseando por Getsamaní

Dimos varias vueltas por los alrededores de donde estábamos hospedados, descubriendo el residencial y bohemio barrio Getsamaní. Durante las tardes, los locales abren las puertas de sus  casas antiguas para que circule el aire. El silencio es interrumpido cuando pasa el hombre del “zanahoriazo” a los gritos, vendiendo un refrescante jugo de zanahoria, naranja-limón y azúcar.

Durante las noches, la plaza Trinidad se llena de artistas y puesto de comida, turistas hablando en todos los idiomas, y los bares de los alrededores se ponen “a la orden” de uno. Es imperdonable visitar este lugar sin probar el “Patacón con todo” de la hamburguesería callejera llamada “Gabriel”. Esta bandejita de 4 dólares tiene una base de plátano frito, y luego una gran capa de distintos tipos de carne, queso, papitas y lechuga (para que sea un poco más light). Nos la pasamos apostando entre nosotros si había alguien en esa plaza capaz de comerse la bandeja entera y no hubo forma. Te desafiamos a que lo intentes y disfrutes de una buena panzada!

Patacón con todo – Cartagena
No solo la cantidad era increíble sino la calidad del producto ideal para carnívoros

En una de las callecitas más simpática del barrio se encuentra “Café del Mural”, en el que te atienden expertas en café y te guían respecto a la enorme variedad que ofrecen: fríos, calientes, con distintos métodos de tostado y máquinas de preparación, con o sin especies. Además de los interesantes cafés que probamos, comimos el brownie con helado de crema más rico en mucho tiempo.

Café del Mural, sin dudas una parada obligatoria en Cartagena

Algo curioso

Habíamos escuchado que en un parque por el que pasamos muchas veces se podían ver monos y osos perezosos. Nos resultaba raro imaginar a estos pobres animales en plena ciudad, pero paramos a comprobarlo: efectivamente, había una familia de monos tití a los que Luli alimentó, y en determinados árboles se llegaban a ver algunos solitarios perezosos. De hecho, fue la primera vez que vimos a uno tan de cerca, al alcance nuestro! Por lo que nos contaron, estos animalitos solían ser mascotas pero la ley fue la que impulsó su libertad.

Más allá del acoso de los vendedores dentro de la muralla, nos llamó la atención la variedad de oferta de productos en la calle: frutas tropicales, limonadas, y tinto (café de baja calidad y muy dulce que se toma mucho en este país) encabezan la lista.

Caribe y venta de hamburguesas

Luego de varios días de trámites, recuperamos nuestra camioneta y Camper sin inconveniente alguno. Para saber más sobre el cruce por el Darian Gap click aquí. Motorizados nuevamente, continuamos hacia la famosa Isla Barú, más específicamente Playa Blanca, junto a nuestros amigos ticos. Habíamos programado un fin de semana de producción y venta intensiva de hamburguesas (tanto de carne como vegetarianas) y budines. Lo que no sabíamos era que la mayoría de la gente que iba en excursión a este destino, ya tenía el almuerzo incluido. Además, nunca vimos TANTOS vendedores en una misma playa como aquí: frutas, artesanías, masajes, ostras, cervezas, todo lo que se puedan imaginar. Por lo que terminamos almorzando hamburguesas durante varios días… y fideos con boloñesa…y carne picada en sus distintas formas.

De todos modos logramos vender bastante (las hamburguesas caseras realmente estaban deliciosas), y los budines fueron un éxito.

Durante nuestros días de producción de hamburguesas, los vendedores ni se acercaron a ofrecernos sus productos. Pero ya por la mañana del lunes volvimos a ser “turistas” nuevamente, y teníamos a todos los vendedores a nuestro alrededor.

Una de las noches en Playa Blanca disfrutamos de una “velada viajera” ya que se juntaron en el estacionamiento nuestro Camper, la Combi de los ticos, la Combi de un suizo de 19 años viajando solo, y la Combi de una pareja de franceses. Nos divertimos mucho compartiendo historias en un Spanglish espectacular. Además, fue la primera vez que unos franceses nos convidaron mate!!!

Luli y un mensaje muy claro

Playa Blanca nos resultó bellísima, lástima la EXCESIVA explotación turística de la que es víctima. El color caribeño de sus aguas es increíble, y las excursiones a islas cercanas (que no hicimos) deben valer la pena.

Huyendo del calor

El calor fue tan pesado, que manejar rumbo norte hacia Minca, pueblito pequeño perdido en la montaña y ser recibidos con lluvia y un clima bastante “frío”, fue una bendición. Recién en los últimos años este destino se fue volviendo turístico ya que anteriormente era territorio guerrillero. Si bien este pueblo de pocas cuadras no nos llamó mucho la atención en sí, cuenta con entretenidos senderos en sus alrededores.

Caminamos hasta “Pozo de agua”, pequeñas y refrescantes cascadas.

Martín contemplando una de las cascadas del Pozo Azul

Visitamos la finca de cacao y café “La Candelaria”, más bien conocida como “El paraíso de Tuki”: Tuki es la mascota del lugar, un simpático tucán que fue rescatado por la familia hace ya varios años, y que se encuentra suelto y libre. Para llegar a este sitio, se puede caminar dos horas cuesta arriba desde Minca, o tomar una moto-taxi como hicimos nosotros.

Disfrutamos mucho del verde camino hasta allí, con el viento golpeando nuestros rostros y la adrenalina corriendo por nuestro cuerpo. Una vez en la cima, tomamos el tour de cacao, que nos sorprendió no solo con una excelente explicación del proceso del mismo desde la planta al consumidor, sino también con una pequeña degustación del producto en sus distintas etapas. Aprovechamos la belleza e inmensidad de los alrededores para hacer alguna tomas con nuestro nuevo drone. (que luego perdimos enterate aquí)

El tour de chocolate incluía mascarilla de cacao
Tour de cacao Finca La Candelaria.

Casi nos vamos de Minca sin conocer su emblemático hotel “Casa Elemento“, donde se jactan de tener la “hamaca más grande del mundo“, pero cambiamos de parecer. Llegamos en moto a este lugar remoto con gran vista a las montañas. Hasta se llega a ver el mar caribe! Nos entretuvimos en sus hamacas comunitarias que dan al vacío, disfrutando de su maravillosa vista.

Caminamos hasta la hamaca que se encuentra ubicada en el medio de la selva, y por un momento dudamos en subir a la misma ya que había un grupo numeroso de personas instalado sobre ella. Pero inmediatamente nos invitaron a subir y pasamos un excelente rato junto a estos personajes que la vida puso en nuestro camino, cantando canciones infantiles de distintos países.

Una de las chicas que conocimos en esta hamaca, se convirtió en una amiga y terminó durmiendo en nuestra cama extra en el Camper las siguientes dos noches. Minca fue toda una sorpresa para nosotros.

Hamacas y vista

Tips para viajeros:

Minca: recomendamos que aprovechen las mañanas porque por las tardes suele llover casi siempre. Así que a madrugar!

  • Recomendamos visitar “El paraíso de Tuki” y tomar el tour de cacao. Para llegar a este lugar pueden ir caminando desde el pueblo (toma alrededor de hora y media y es todo en subida), o  tomar motos. Las motos cuestan 3 dólares apróximadamente, y son manejadas por locales. Pueden arreglar con ellos para que los busquen para el descenso (3 dólares otra vez) o pueden bajar caminando rápidamente. El tour tiene un costo de 3 dólares e incluye una pequeña degustación.
  • Para ir hasta “Casa Elemento” también recomendamos subir en moto (45 minutos, 5 dólares por persona). En este caso el ascenso a pie es como de tres horas y muy agotador. La bajada la pueden hacer caminando sin problema, pero también es larga. La entrada a “Casa Elemento” (para los que no están hospedados) es de 3 dólares por persona e incluye una consumisión.
  • No se vayan de Minca sin visitar la panadería francesa.
  • Al lado de la policía, hay un local poco llamativo (por no decir FEO), que vende un patacón relleno de carne por 1 dólar. IMPERDIBLE!
  • “Pozo de Agua” está bueno para refrescarse un poco, pero cuando fuimos el agua estaba turbia por tantas lluvias, no resultándonos un destino tan espectacular. No cobran entrada. Se llega fácil y rápidamente caminando. También están las cascadas de “Marinka” (nosotros no fuimos), que deben ser parecidas a Pozo de Agua pero cobran entrada.

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