Blog de Colombia parte 5
Decidimos anticipar la visita a la capital colombiana la misma mañana que empezamos a manejar hacia ella, por lo que no tuvimos mucho tiempo de planificación. Teníamos la ilusión de reunirnos con conocidos: una prima de Luli y una amiga de la madre de Martín que viven en la ciudad. Pero tanto por vacaciones como por enfermedad, nos terminamos quedando sin locales que nos muestren la ciudad. Por suerte, nos reencontramos con nuestros amigos Geneva y Mike de It’s not a slow car, It’s a fast house, pareja americana con la que desde Nicaragua nuestros destinos van coincidiendo.
Taller, restaurantes y centro histórico
Las ciudades grandes no son amigas de los vehículos grandes, y Bogotá no era la excepción. Sin muchas opciones para estacionarnos, terminamos optando por dejar la camioneta en un taller mecánico, aprovechar para hacerle un mantenimiento y de esa forma “quitárnoslo de encima” durante nuestra estadía en la capital. Por otro lado, un amigo de Geneva y Mike, Julián, nos hospedó muy amablemente en la casa de su madre, brindándonos una habitación privada muy cómoda, un baño con ducha caliente, y el Wifi más rápido de nuestras vidas. Fue un placer compartir junto a ellos algunas comidas con interesantes charlas de por medio.
Además de tener que lidiar con los problemas de estacionamiento, en las capitales los viajeros nos enfrentamos a otro gran problema: los costosos restaurantes con comida internacional, queriéndonos hacer caer en la tentación. Y ahí estábamos nosotros, en Bogotá, comiendo BBQ, ribs, sushi y el famoso ajiaco (típica sopa suculenta de gallina que sirven en el restaurante más antiguo de la ciudad “La Puerta Falsa”), entre otras delicias.
El arte en la calle
De Bogotá les podemos contar que el tráfico debe ser de los peores del mundo: la escasez en líneas de colectivo y la ausencia de metro y/o subterráneo que muchos gobiernos vienen prometiendo inútilmente, hacen que 3 kilómetros se transformen en un infierno. Manejarse en Uber termina siendo la mejor opción. Por suerte, desde donde estábamos hospedándonos hasta el centro histórico (barrio “La Candelaria”) había un colectivo que nos dejaba muy bien. El área está bien conservada, tanto sus callejones coloniales, como el sector comercial típico latinoamericano, con gente vendiendo de todo (imitaciones de marcas caras) a precios bajos.
Percibimos un movimiento artístico muy fuerte, en cada esquina encontrábamos arte en cualquiera de sus formas. Sobre todo venezolanos rebuscándoselas como sea para salir adelante: cantando, pintando, bailando, e incluso formas poco convencionales que no dejaron de sorprendernos.
Un poco de cultura
La ciudad es conocida por sus museos, especialmente el “Museo del Oro“, con gran colección de estatuillas, adornos y “joyas” del período precolombino.
También visitamos la casa-quinta de Simón Bolivar, conservada con inmobiliario de época, un jardín laberinto bien mantenido y una exposición temporal en la que estaba expuesto el “inodoro portátil” que Bolivar llevaba consigo a todos los viajes que realizaba. Nos gustaron mucho los museos de “Botero” y “Casa de Moneda“, que se encuentran uno al lado del otro y son de acceso gratuito. Muy recomendables tanto para ver pinturas de “gente con volumen” (como los describe el mismo Botero) y aprender de la historia del país. Increíble pensar en Venezuela, Panamá y Ecuador como parte de la gran Colombia; el deseo de unión de Bolivar duró pocos años.
Fotos Casa-Quinta de Simón Bolivar
Tomamos el walking tour por la ciudad que estuvo muy interesante, con muchos detalles históricos. Luego de haber visto tantas estatuas de Bolivar por todo el país, nos terminamos sorprendiendo al enterarnos de que este personaje no era tan democrático ni simpático, más bien parece que era muy racista, e incluso en sus últimos años el poder pasó a ser su obsesión, convirtiéndose en dictador. Su amante lo salvó de un intento de asesinato llevado a cabo en esta misma capital.
En las grandes ciudades siempre hay una parte linda (que suele coincidir con la más “turística”), y muchas otras no tan agradables. Lo que nos llamó la atención en Bogotá es que la parte linda es muy vasta. Nos extendimos bastante más allá de las zonas mas recomendadas, incluso una muy simpática familia que habíamos conocido en La Guajira nos llevó en auto a unos 30 minutos del centro, y la ciudad seguía siendo muy próspera. Tanto la parte residencial como las zonas de oficinas modernas. La magnitud de la ciudad se puede ver desde el mirador del Cerro Monserrate al cual se accede en teleférico o caminando como 2 horas.
No podíamos irnos de Bogotá sin antes visitar la Catedral de Sal, tan recomendada por la gente local. Imaginen una mina de sal convertida en Iglesia, a 180 metros bajo la tierra. Sin duda el proyecto es imponente y muy original. Como obra arquitectónica es admirable. Sin embargo, el Vía Crucis nos resultó demasiado abstracto y monótono, además de que el precio es ridículamente caro para extranjeros.
Concluyendo sobre Bogotá: llegamos a la capital con ningún tipo de expectativas ya que poca gente nos recomendó su visita, y eran más los comentarios negativos que positivos. Sin embargo, nos sorprendió con su bonito e interesante centro histórico, la gran oferta gastronómica (por si no quedó claro que nos comimos todo!), gran variedad de barrios agradables, y su influencia artística en todos los rincones. Lástima el tráfico, problema con el que tienen que lidiar los ciudadanos. Ojalá se construya el tan prometido y esperado metro, que transformaría a Bogotá en una capital completa, sin nada que envidiarle a otras capitales.
2 responses to “Bogotá: la capital sudamericana nos sorprendió.”
Felicitaciones por todo lo que conocieron y Luli esta muy linda con su poncho nuevo.
La verdad que no la tenía a Bogotá como tan linda ciudad; en realidad casi no tenía referencias de Bogotá…