Nuestra visita a este parque fue de casualidad ya que, sin saber de su existencia, nos cruzamos con él yendo para Yellowstone. Quedando poco tiempo de luz, decidimos atravesar la ruta principal del parque, considerando la posibilidad de hacer boondocking (término en inglés que hace referencia a acampar silvestremente sin instalaciones cercanas). Los paisajes característicos similares a nuestro Valle de la Luna no tardaron en impactarnos, por lo que decidimos que pasar la noche en las cercanías para al día siguiente seguir recorriendo sería lo mejor. IOverlander (nuestra aplicación móvil de referencia) nos indicaba un sitio a escasos metros del parque. Oscureciendo, y empezando a llover, temíamos que encontrarlo fuera complicado, pero la realidad coincidió con la descripción de la aplicación:  se abrió a la derecha un caminito de tierra que conducía hacia dos antenas de celular. Llegamos a una planada arriba de un montecito y notamos que no estábamos solos: había dos motorhomes, lo cual nos dio la seguridad de que habíamos encontrado el lugar.

Recién a la mañana siguiente caímos en cuenta de donde estábamos: EN EL MEDIO DE LA NADA! Pero con vista a un valle que por lo que más llamaba la atención era por su inmensa amplitud. La soleada mañana nos permitió disfrutar del parque hasta que tuvimos un incidente. Estábamos manejando cuando notamos que en los costados de la ruta había prairie dogs (animalitos que parecen marmotas pero que ladran en tono muy agudo!!! Y se esconden en pozos que cavan). De la emoción, Luli se bajó de la camioneta bruscamente y PUM! La cámara nueva salió volando, se estrelló al piso rompiéndose el lente. A UN día de Yellowstone, uno de los highlights del viaje. Había que buscar un nuevo lente cuanto antes.