Blog de Estados Unidos parte 15
Llegamos a la ciudad a media mañana y nos dirigimos a un estacionamiento abierto, un poco alejado del centro, donde sabíamos que aceptaban vehículos grandes. Dejamos el camper allí y caminamos a una estación de bicicletas públicas que funcionan con tarjeta de crédito, cuestan 10 dólares las 24 horas, y hay que estacionarlas cada media hora. Luego de 30 minutos de un muy lindo camino de bicisenda bordeando el lago Michigan llegamos al centro de Chicago, más específicamente al Millenium Park. Nos zambullimos en esta ciudad de la que solamente sabíamos sobre sus excelentes museos, impactantes rascacielos y una pizza muy particular. No tardamos en sorprendernos de lo completa que es: extensos parques verdes muy bien cuidados, barrios con diferentes personalidades, un complejo universitario de primer nivel, una marina y hasta varias playas muy simpáticas llenas de juventud disfrutando de los ansiados días soleados.
Volviendo a nuestro recorrido, en el Millenium Park nos sacamos fotos con la emblemática Cloud Gate, obra muy singular gracias a la característica de reflejar los rascacielos que la rodean. Y se hizo la hora de probar la famosa pizza: imagínense una masa a la cual se le agrega pepperoni, luego muzzarela, y arriba de todo MUCHA salsa de tomate, y para que no rebalse le hacen unos bordes finitos y altos. Con el cuerpo lleno de carbohidratos continuamos pedaleando hasta el puerto desde donde sale el ferry que realiza el Tour arquitectónico. El recorrido guiado dura 90 minutos, atravesando el centro de la ciudad por el río Chicago, pudiéndose observar todos los rascacielos e importantes edificios, aprendiendo sobre la historia de la ciudad.
Volvimos a las bicis, para dirigirnos al zoológico (gratuito), otra vez bordeando el lago Michigan pero esta vez atravesando las playas antes mencionadas. Estábamos cerca del rascacielos Hancock (desde el cual se puede ver la ciudad desde arriba 360°) y faltaban dos horas para el atardecer, el tiempo justo para…ir a comer una PIZZA! Sí, por segunda vez en el día. Esta vez en Lou Malfati (que también tiene ensaladas gigantes y espectaculares). Ya con el corazón contento subimos al Hancock y esperamos al atardecer con copa de champagne en mano mientras charlábamos con una pareja de argentinos. La vista desde lo alto tanto diurna como nocturna no tiene nada que envidiarle a New York!
Segundo día en Chicago: volvimos al centro pero esta vez por una bicisenda interna hasta llegar al Loop, zona financiera de la ciudad. Desde allí fuimos al Museo de arte de Chicago en el que se encuentran obras de grandes artistas: Picasso, Van Gogh, Dalí, Monet, además de arte estadounidense del siglo XIX y XX. Luego caminamos por la Magnificent Mile, similar a la quinta avenida de New York. Era la hora del happy hour, así que nos fuimos para el barrio “palermitano” Wicker Park, a tomar cervezas locales y ver la gente pasar. Tras un fallido intento de ir a un bar de jazz, nos topamos con un restaurante de comida asiática, cuyos aromas nos obligaron a entrar. Comimos el mejor ramen que hemos probado hasta el momento. Esta sopa de fideos de origen japonés estaba muy bien lograda, con un caldo muy sabroso y picante.
Al ser viernes a la noche la vuelta en bici estaba más concurrida que la noche anterior. Cuando llegamos al puesto de bicis más cercano al estacionamiento, éste se encontraba lleno, por lo que tuvimos que ir a otra estación de bicis un poco más alejada. Estábamos en una zona oscura en la que no circulaban personas ni autos, siendo las 11.30 de la noche. Al doblar una esquina, aparecieron tres chicos que comenzaron a pedirnos dinero. Nosotros negábamos tenerlo. Uno de los tres se puso más insistente y nos amenazó con una supuesta arma que tenía bajo su abrigo. Si bien no teníamos mucho efectivo, teníamos nuestros celulares y la cámara de fotos, los cuales nunca pidieron. Afortunadamente Luli recordó que teníamos en la mochila una billetera con solamente un dólar, por lo que enseguida la agarró y se la mostró a los chicos, que llenos de rabia lo tomaron y se fueron corriendo. Si bien la sacamos literalmente “barata”, nos sirvió como un llamado de atención para que seamos más cuidadosos. Al día siguiente no parábamos de pensar en todos los posibles desenlaces que hubiera podido tener la situación vivida la noche anterior. La paranoia se apoderó de nosotros por ese día, desconfiando de cada persona que pasaba cerca nuestro, mirando hacia atrás en cada calle, pero no nos duró mucho tiempo.
En nuestro tercer y último día en Chicago manejamos nuestro camper hasta Pilsen, un barrio mexicano (su nombre se debe a que originalmente vivían en él inmigrantes de Checoslovaquia). Caminamos sus calles, y luego visitamos el museo de arte mexicano que es gratuito y MUY interesante. Tras almorzar auténtica comida mexicana, abandonamos Pilsen y manejamos hasta la Universidad de Chicago, donde además de pasear por sus facultades y campus, pudimos disfrutar de una feria de fotografía y arte. Finalmente nos tocó despedirnos de la ciudad, sabiendo que los siguientes días serían de mucho manejo, cruzando el centro de Estados Unidos que es puro campo. El oeste nos estaba esperando.