Panamá: se nos terminó la carretera


Blog de Panamá Parte 3

Tanto habíamos escuchado acerca de la ciudad de Panamá… y finalmente llegó el momento de conocerla. El “Miami latinoamericano” nos recibió con sus numerosos y llamativos rascacielos, y el lavado de dinero explícito ante los ojos de uno, que no combinan con el resto del país. En sus calles y sobre todo en sus famosos “malls” se respira el consumismo en su máxima expresión.

Vista desde el Hard Rock Cafe

Pero lo más interesante de la ciudad de Panamá, es el contraste entre su parte moderna y el pintoresco y bien mantenido “Casco Antiguo”. Para ir a visitarlo, dudamos en alquilar unas bicicletas y pedalear por toda la costanera llamada “cinta costera”, pasando por el regional “Mercado de Mariscos”. Menos mal que nos terminamos decidiendo por hacer este mismo recorrido caminando, pues en las siguientes horas el sol sería reemplazado por un diluvio universal, condición climática que caracteriza a esta húmeda ciudad. Sin duda, este trayecto lleno de parques con vista a las distintas siluetas de los rascacielos fue de lo que más disfrutamos.

Inicio de cinta costera a puro sol!

Una vez en el Casco, recorrimos cada una de sus callecitas coloniales, iglesias, casonas y edificaciones de época. Para la hora del almuerzo, optamos por ir a la más que recomendada fonda “Lo que hay” que, lejos de ser un restaurante corriente como presume su nombre, nos deleitó con cada uno de sus platos de autor elaborados con productos panameños y técnicas de cocción sofisticadas.  La originalidad de sus platos y la combinación de texturas y sabores, hacen que este lugar sea una visita obligatoria al pasear por el Casco Antiguo.

Plaza principal del casco viejo

Las esclusas, para mirar el Canal

Pero que sería Panamá sin su canal? Esta obra de ingeniería sigue siendo de las más importantes del mundo luego de más de 100 años de su inauguración, causante de que Panamá sea un país y no parte de Colombia. Los americanos apoyaron su independencia a cambio de construir un canal que conecte los dos océanos evitando tener que pasar por el estrecho de Magallanes. Con esta importantísima ruta comercial ingresan millones de dólares anuales a este pequeño país, los cuales probablemente terminen en bolsillos de unos pocos. Las esclusas de Miraflores ofrecen un museo explicativo que cuenta la historia y funcionamiento del canal, un breve video que brinda más o menos la misma información, y un mirador desde el cual en determinados horarios se pueden ver buques ingresando o saliendo del pacífico. Esta última demostración logra que uno pueda comprender por qué este pequeño punto en el mapa revolucionó la historia del comercio a nivel mundial.

Paso del barco por las esclusas de Miraflores

El cruce, la pesadilla del viaje

En el estacionamiento abierto del Allbrook Mall, fue donde pasamos la mayoría de nuestras noches en Panamá aprovechando la seguridad privada y acceso fácil a agua y WIFI. Fue entonces que nos empezamos a preparar para la situación más enroscada del viaje, la cual desde el comienzo sabíamos que tarde o temprano tocaría: cruzar el “Tapón del Darien”, terreno pantanoso que interrumpe la ruta panamericana, haciendo imposible por vía terrestre el cruce de Panamá a Colombia y viceversa.

Pesadilla de los viajeros que quieren recorrer todo el continente americano teniendo que afrontar días de papelerío, innumerables pasos, y sobre todo: un elevado, ridículo e irracional costo. Es posible compartir un container con otro vehículo para disminuir los gastos del flete, motivo por el cual terminamos estando en este país más tiempo del pensado, buscando viajeros que quisieran cruzar. Querés saber todo sobre nuestro cruce? Click aquí.

Mejor no intentarlo

Mantenimiento previo al cruce

Logramos contactarnos con una pareja de ticos (costariquenses) interesados en cruzar con nosotros en las próximas semanas. Mientras esperábamos a nuestros compañeros de container, aprovechamos para comprar repuestos para la camioneta, cambiar las llantas y baterías, realizar un mantenimiento “anti-agua” para la carcasa del camper, pintar el chasis con pintura anticorrosiva.

Haciendo tiempo en el caribe

Escaparnos de la “ciudad consumista” para relajarnos en las playas caribeñas, más precisamente Portobello y Puerto Lindo, fue la decisión que tomamos para controlar las ansias “pre-cruce”. Estos pequeños pueblos están ubicados en el estado más pobre de Panamá, y no tardamos en percibirlo. Pasamos dos días en un restaurant que daba a una playa salvaje con mar cristalino. Si bien estábamos encantados con el lugar, nos sorprendió la cantidad de basura que había en sus playas, al extremo de ponernos a levantar lo que estaba a nuestro alcance.

También nos permitieron pasar unas noches en la coqueta marina, y de esta forma hacernos una escapada a la paradisíaca “Isla Mamey”.

La fama de los panameños

Fueron muchos los viajeros que nos habían hablado disconformemente acerca de los panameños, sobre su gran indiferencia e inatención al turista. Sin embargo, tuvimos la suerte de vivir una realidad completamente distinta. Desde que pisamos el país, la mayoría de los locales nos parecieron muy agradables y simpáticos. De hecho, fue en el primer país en el que logramos crear un fuerte vínculo con gente local.

Una mañana, se nos acercó un bombero a consultarnos sobre el Camper y a compartir su entusiasmo por viajar. Esa misma tarde, regresó a visitarnos junto a su esposa y al rato estábamos saliendo a cenar los cuatro juntos. No tardamos en pegar muy buena onda con Cristian y Elis que muy amablemente nos dieron una mano en más de una ocasión. Les estamos muy agradecidos y esperamos volvérnoslos a cruzar pronto en alguna parte del mundo.

Nos invitaron a pasar la noche en la estación de Bomberos, muy cerca del canal de Panamá
Con Elis y Cristian, nuestros amigos panameños. Futuros overlanders?

Se viene el cruce y los nervios

Y llegó la semana del cruce. Era lunes, y necesitábamos que ese mismo día aparecieran nuestros compañeros de container, pues ya el martes empezaríamos con los trámites en conjunto. Pasamos todo el día ansiosos pero logrando distraernos con “orishas”, nuestro nuevo dron-mascota. Pero cuando se hicieron las 21hs y los ticos no daban señales de vida, una idea horrible hizo estremecer a Luli: “Martín…y si esta pareja no existe y una persona se hizo pasar por viajeros para sacarnos plata?”. No sería la primera vez que se escuchara algo así en los medios. Además, sólo nos habíamos comunicado con ellos por WhatsApp. Aterrados, pero sin poder hacer nada, nos entregamos al destino: “que sea lo que tenga q ser”. Nos fuimos a acostar agotados, y recién por la mañana pudimos sonreír aliviados: una combi dorada estaba estacionada a nuestro lado. ¡Eran reales! Para saber todo acerca de nuestro cruce: Click aquí.

A relajarnos en San Blas

Una vez entregado el Camper en el puerto de Colón, contábamos con 4 días libres para despedirnos de Panamá. Que mejor opción que visitar el archipiélago de San Blas? Está formado por 365 islas que pertenecen y son dirigidas por los indigenas Guna Yala, cuyas familias y dirigentes van rotando de isla con cierta frecuencia. Estos indios se caracterizan por ser muy sociables y abiertos con los turistas.

El tour que contratamos nos pasó a buscar por el hotel muy temprano en la mañana y una vez allá, la lancha nos dejó en una isla. Pasaríamos una noche ahí mismo, por lo que nos asignaron una cabaña básica que no terminó siendo tan desastrosa como mucha gente nos había anticipado: teníamos una cama con sábanas limpias. Todo lo que necesitábamos. El primer día estuvo nublado, no pudiendo apreciar los exuberantes colores que caracterizan a estas islas, pero aprovechamos para hacer un poco de snorkel.

Afortunadamente al día siguiente salió el sol y el mar se volvió turquesa. Nos llevaron en lancha a la famosa y concurrida “Isla perro”, a la “piscina natural” y por último a “Isla Fragata”.

Es indiscutible la belleza de este lugar. Sin embargo, nos esperábamos unas islas mucho más salvajes y desérticas, viéndonos sorprendidos por la cantidad de turistas con la que tuvimos que “compartir” la isla. Parece ser que las islas más alejadas cumplen con las expectativas que teníamos, pero los tours normales no te llevan a las mismas. Hay que dejar algo pendiente para volver!

El mar super transparente

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