Blog de México parte 5
Siguiendo con el plan de Estela, manejamos dos días enteros pagando un total de 50 dólares de peaje para llegar a Puebla, ciudad que Martín y Luli tanto querían conocer por ser fanáticos del mole poblano, salsa espesa que se logra combinando muchos ingredientes: maní o almendra, chiles varios, especias, y llamativamente chocolate. De sabor único, esta salsa es furor en la comida mexicana.
Entrando a la ciudad, el GPS se volvió loco haciéndonos llegar de noche (manejar sin sol no es recomendado por temas de seguridad). Para colmo, fue la primera vez que nos paró un policía. Se acercó para pedirnos los papeles del auto. Temiendo que fuera un policía corrupto, estábamos preparados para afrontar la situación: con fotocopias de todos los papeles importantes (pues otro consejo para viajeros: nunca entregar los originales!). Pero las cosas no salieron como pensamos: los nerviosos nos traicionaron y sin reacción, le terminamos entregando todo lo original. Sin embargo, el policía resultó ser honesto, y tras ver que todo estaba en orden, nos dejó partir sin problema.
Volviendo a la parte turística, la ciudad también tiene fama de ser de las más lindas de México gracias a su casco histórico y por estar rodeada de volcanes. Lo estábamos a punto de comprobar.
Una vez más nos esperaba familia de Luli, dispuestos a recibirnos en sus casas. Depositamos el Camper en un barrio cerrado en el que vive Carlos (uno de los primos), que amablemente ofreció resguardarlo de la supuesta inseguridad de la ciudad. Teníamos muchísima hambre y nuestras anfitrionas Luma y Ana, nos llevaron a degustar la comida poblana en el “Balconcito” en pleno centro.
Al día siguiente Luma nos paseó por todo el centro histórico. Arrancamos visitando la biblioteca pública más antigua y linda de americana latina, con sus antiguos y tallados puebles de madera. También visitamos la majestuosa Catedral que quedó un poco opacada frente al Templo de Santo Domingo, que tiene anexada la Capilla del Rosario, espléndido ejemplo del barroco mexicano, decorada por miles de láminas de oro. Es realmente impresionante el trabajo indígena realizado con este material. En su tiempo fue conocida como la octava maravilla del mundo. Al lado de la capilla se encuentra la calle Sexta oriente, o más bien conocida por nosotros como “la calle de los dulces”, en la que todos los negocios te dan para degustar los mismos dulces típicos. Predomina el dulce se camote (de batata). También vale la pena pasar por El Teatro Principal de estilo colonial, con una fuente antigua frente a él (de noche, la iluminación de ambas estructuras es alucinante).
Luego recorrimos el Barrio del artista, lleno de puestitos vendiendo pinturas y artesanías locales. A pocos metros se encuentra la “Casa del Alfeñique”, edificio de gran belleza gracias a su ornamentación de tipo árabe.
Nota curiosa: La influencia de la inmigración árabe en Puebla se nota en la artesanía y en la arquitectura gracias al uso de la talavera: cerámica vidriada, mayoritariamente de color azul y blanco, con la que decoran paredes de edificios y con la que elaboran platos, jarrones, tazas, etc. También se puede apreciar su influencia en la gastronomía: los tacos árabes son típicos de esta ciudad, parecidos al shawarma. Posteriormente dio origen a los famosos “tacos al Pastor” (los favoritos de Martín!).
El zócalo de Puebla (o plaza principal), donde se encuentra la catedral, no puede ser más lindo! Tomarse un cafecito allí, para poder disfrutar de la arquitectura que te rodea y observar a la gente pasar, es sin duda lo mejor que podés hacer.
Hicimos una fugaz visita por el Fuerte de Loreto, uno de los puntos claves para la batalla del “5 de mayo” entre mexicanos y franceses. Para los que no saben Francia, con ayuda de otros europeos, invadió México y estableció una monarquía por 4 años (época imperial).
Esa tarde teníamos una comida con toda la familia de Puebla. Nos reunimos en lo de Carlos alrededor de 30 personas, a comer la exquisita comida típica y casera que nos cocinaron: de entrada, chalupas con chipotle, pollo con mole poblano y chiles en nogada (plato estacional, que lleva los colores de la bandera de México: el blanco de la crema, el verde del perejil y el rojo de la granada). Una vez más, nos sentimos super bien recibidos y agradecidos por haber podido conocer a toda la querida familia.
Al día siguiente fuimos a Cholula, otro Pueblo Mágico, en las afueras de Puebla. Allí se jactan de tener 365 iglesias, una para cada día del año. Es muy pintoresco, con las fachadas de las casas de diferentes colores. Pero lo más turístico es la pirámide más grande del mundo en base, con casi 400 metros por lado. La civilización Tolteca estuvo por aquí. Si bien la pirámide parece más una montaña que una construcción prehispánica, se puede recorrer unos túneles subterráneos y en la base misma, se puede observar algunas escalinatas, decoraciones y ruinas de casas. En la cima, los españoles ubicaron una iglesia muy bonita para convertir un lugar sagrado y de veneración indígena en uno católico.
También Puebla es una ciudad en constante crecimiento debido a su gran potencial industrial. Recorrimos la parte nueva con grandes edificios, la universidad de gran prestigio y un shopping mall de los tanto que hay por la ciudad.
Debido al “acotado” tiempo de vacaciones de la madre de Luli, tuvimos que dejar Puebla con la sensación de que ameritaba unos días más. La ciudad de México nos esperaba, pero prometimos volver para disfrutar más de la ciudad y de la familia.